La fascinación por este archipiélago formado por trece islas mayores, seis menores y un centenar de islotes ubicado a mil kilómetros de Ecuador (país al que pertenece desde 1832) se remonta a 1535, cuando su descubridor, el sacerdote español Tomas de Berlanga, describió el lugar como “lleno de misterio… animales desconocidos, monstruosas iguanas y lagartos que no huyen de la presencia del hombre; grandes masas de rocas volcánicas que cubren las playas como si Dios hubiera hecho llover piedras”.
Charles Darwin sintió la misma admiración en 1835, cuando desembarcó en Galápagos como integrante del barco científico “Beagle”: “la Historia Natural de estas islas es curiosísima y merece especial atención. La mayor parte de los seres orgánicos que en ella viven son aborígenes, y no se encuentran en ninguna otra parte; aun hay una diferencia notable entre los que habitan en las diversas islas, si bien todos presentan visibles relaciones con los de América, no obstante hallarse este archipiélago separado del continente por una extensión de mar franca, cuya anchura varía entre 500 y 600 millas. De modo que este grupo de islas viene a constituir un pequeño mundo aparte”.
El naturalista inglés encontró plantas, aves y reptiles que, gracias a su aislamiento del continente y el particular ecosistema de la región, habían evolucionado de manera diferente a las del resto del mundo; las muestras que recolectó le sirvieron como base para su revolucionaria teoría sobre el origen de las especies.
Doscientos años después de su visita, las islas mantienen su posición como uno de los enclaves naturales más atrayentes del planeta gracias a la singularidad de su flora y fauna: la mitad de las aves locales y una cuarta parte de sus plantas y peces no pueden encontrarse fuera de Galápagos, lo que constituye el principal atractivo para el turista internacional que quiere conocer estas misteriosas islas declaradas por la UNESCO “Patrimonio Natural de la Humanidad” y “Reserva de la biosfera”.
“Usa Today” sintetizó claramente estos atractivos: “[el archipiélago es] un microcosmos de la evolución… allí se pueden vivir algunos de los mejores encuentros cercanos con la vida, ya sea nadando junto a tortugas y lobos marinos, o contemplando las rituales de apareamiento de los piqueros de patas azules, mientras se camina por desolados campos de lava y paradisíacos bosques naturales”.
Puerto Ayora, la ciudad más importante de la isla Santa Cruz, concentra las principales agencias de viajes y los hoteles más destacados de Galápagos; de su muelle salen diariamente un centenar de embarcaciones que permiten recorrer las islas más importantes del archipiélago: San Cristóbal (donde existe una de las mayores colonias de tortugas del mundo), San Salvador (en cuyas playas conviven, en perfecta armonía, focas, leones marinos y flamencos), Isabela (hogar de la prisión donde se recluía a los convictos a trabajos forzados), Genovesa (conocida como “la isla de los pájaros” debido a su variedad de gaviotas, piqueros, golondrinas, palomas, pinzones y petreles) y Fernandina (famosa por sus playas de arena negra y su actividad volcánica).
Cada isla cuenta con senderos habilitados que llevan desde los ancestrales hogares de los pingüinos hasta los refugios donde los albatros y alcatraces remontan majestuosamente vuelo impávidos ante la mirada de los visitantes; para los espíritus más aventureros existen playas de aguas profundas donde practicar buceo en compañía de tiburones y rayas gigantes.
La actividad preferida por los turistas sigue siendo contemplar –y fotografiar- a las gigantescas tortugas marinas que dormitan tranquilamente sobre lechos de lodo o se pasean entre las rocas, completamente indiferentes a la excitación que suscitan.
Como contraparte a las grandes islas (visitadas por decenas de turistas cada día), los minúsculos islotes de Galápagos funcionan como reservas de la biodiversidad del archipiélago y solo pueden acceder a ellas un número limitado de visitantes cada año.
La preservación del frágil ecosistema de Galápagos es, actualmente, una de las principales preocupaciones de las autoridades ecuatorianas; por ese motivo, los turistas deben respetar una serie de reglas que incluyen la prohibición de fumar, caminar fuera de los senderos habilitados o transitar sin el acompañamiento de un guía oficial por el lugar; la intención, explica Arturo Izurieta, titular del Parque Nacional Galápagos, “es monitorear, dentro del contexto del manejo adaptativo,  el flujo y el perfil del visitante. Queremos que este siempre sea un visitante que respete y ame la naturaleza, que regrese a su lugar de origen con un mensaje especial y único al haber visitado este paraíso y laboratorio natural”.
Aunque han pasado cinco siglos desde que el primer ser humano pusiera, por primera vez, un pie allí, el archipiélago sigue sorprendiendo a los expertos; uno de los últimos descubrimientos científicos fue la iguana rosada, cuya aparición causo conmoción entre los especialistas porque, como explica Washington Tapia, encargado del departamento de Investigación Aplicada del Parque Nacional de Galápagos: “son únicas en el mundo entero”.
Este descubrimiento confirma la declaración que los guías locales repiten una y otra vez a los turistas sobre sitios en Galápagos que ningún ser humano piso jamás donde se ocultan maravillas que, de ver la luz, asombrarían al mundo.
Herman Melville, autor de “Moby Dick”, escribió una  descripción del lugar que todavía es válida: Es muy dudoso que haya en todo el mundo una sola región que pueda ser, por su salvajismo y variedad natural, comparable a ésta”.
Las doscientas mil personas que visitaron el archipiélago el último año pueden confirmar esa afirmación.

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