Una década atrás, Macao, situado estratégicamente a menos de cien kilómetros de Hong Kong, logró convertirse en la principal ciudad dedicada al juego, arrebatándole el cetro a la Vegas.
Todo empezó en el 2002, cuando el gobierno decidió permitir que compañías extranjeras invirtieran allí, lo que facilitó el ingreso de megacorporaciones como “Galaxy Casino”, “Las Vegas Sands Corp”, “Wynn Resorts” y “MGM Resorts International”.
Estos poderosos grupos dinamizaron rápidamente Macao -único sitio bajo control chino donde está permitido apostar- construyendo fastuosos y llamativos edificios que se diferenciaron claramente de los viejos y anticuados establecimientos de Stanley Ho, el magnate de Hong Kong que mantuvo durante cuarenta años un monopolio sobre todas las actividades relacionadas con el juego en la región.
Entre el 2002 y 2006 el número de casinos pasó de once a veinticuatro y las mesas para apostar se incrementaron de trescientas a dos mil: solo “The Venetian”, el mayor casino de la ciudad, tiene ochocientas mesas de juego y más de tres mil máquinas tragamonedas.
Para el 2011, Macao ya contaba con ingresos anuales por treinta mil millones de dólares (cinco veces lo que ingresó Las Vegas durante ese mismo periodo), confirmando su posición dominante en el circuito mundial de las apuestas; la pregunta es:

¿Cómo logró ese pequeño territorio asiático habitado por apenas medio millón de personas superar a un referente indiscutible del juego como Las Vegas, una ciudad con mayor espacio físico, experiencia y prestigio?

El primer factor fue cultural: a diferencia de lo que sucede en Norteamérica, donde los jugadores prefieren gastar su dinero en las maquinas tragamonedas, los clientes de Macao eligen las mesas de juego porque les permiten realizar apuestas mucho más altas.
El segundo factor de importancia fue la mentalidad de cada país: mientras los norteamericanos se ven a sí mismos como personas que controlan su destino, los asiáticos piensan que su existencia depende de fuerzas externas, a las que no controlan, por lo que necesitan de la suerte para cambiar de vida: esto les permite considerar a las apuestas como una inversión y no un gasto superfluo.
El tercer factor fue la privilegiada situación geográfica de Macao: dos mil doscientas millones de personas viven a cinco horas de avión de allí; mil millones está a menos de tres horas de vuelo; y trescientos millones deben conducir solo tres horas para llegar hasta los casinos; además, para facilitar aún más el acceso, los inversores extranjeros implementaron un sistema gratuito de transporte formado por pequeños colectivos que llevan a los ciudadanos chinos que cruzan la frontera (veinte millones cada  año) hasta la puerta de las salas de juego donde, además de darles de comer, les regalan fichas para que apuesten.
Sheldon Adelson, presidente de “Las Vegas Sands Corp.” y uno de los quince hombres más ricos del mundo, reconoció públicamente que “no se puede hacer mejor negocio que llevar a los asiáticos a los casinos. Toda esa gente necesita entretenimiento del mismo modo que alguien en el desierto necesita agua”.
Su declaración está basada en cifras contundentes: en apenas seis meses su grupo recuperó los doscientos sesenta millones de dólares que había invertido en Macao y comenzó a ganar verdaderas fortunas.
El propio gobierno (cuyos ingresos dependen de los impuestos que les cobra a los casinos) desarrolla actualmente dos inmensos proyectos para potenciar las visitas: un tren de alta velocidad hasta Beijing y el puente marino más largo del mundo que unirá Macao con Hong Kong en apenas media hora.

¿Cómo satisfacer la demanda de un público que no para de crecer?

Las casas de juego operan las veinticuatro horas del día; a su alrededor, atraídos por el dinero, se ha creado una zona comercial donde conviven joyerías de primeras marcas (Dior, Tiffany y Channel, entre otras) con shoppings dignos de Moscú por sus abultados precios junto a establecimientos dedicados al placer que compiten diariamente con las bellas mujeres rusas que buscan jugadores afortunados que quieran compartir su suerte con ellas (al menos por una noche).
Gracias a los  gigantescos ingresos que obtiene de los casinos, Macao fortaleció su economía hasta volverla prácticamente indestructible, generando una fuente de empleo cuyos salarios duplican los de cualquier otro trabajo en la región; para capacitar a los aspirantes a cubrir las vacantes, la universidad de Macao dicta, desde el 2003, una carrera especializada en “entretenimiento” y “hospedaje” que cada año convoca a más de trescientos aspirantes aunque solo haya cupo para setenta, confirmando el crecimiento del sector y su importancia para la economía local.
Macao, sin embargo, busca renovar su imagen de cara al futuro; su intención es, siguiendo el ejemplo de Las Vegas, diversificar su propuesta, ofreciendo opciones para toda la familia: desde musicales protagonizados por estrellas internacionales a competencias deportivas de alto nivel; también se habla de realizar allí la popular entrega de los premios Bollywood, equivalente asiático a los Oscar.

Adelson, referente indiscutible de los empresarios del juego a nivel mundial, reconoce que la intención de su grupo es “introducir el ocio, el turismo, las convenciones, la restauración y el comercio al negocio de las apuestas”.

Las inmensas ganancias obtenidas por Macao hizo que otros países siguieran su ejemplo: desde el 2010, la ciudad-estado de Singapur cuenta con dos inmensos casinos que declararon ganancias por seis mil millones de dólares en apenas dos años mientras Camboya, con media docena de centros de diversión, captó miles de jugadores de sus vecinos Tailandia y Vietnam que le permitieron fortalecer su economía.
Según los especialistas del sector, para el año 2015 los ingresos generados por estos casinos harán que la región superé a Estados Unidos como primer mercado del juego a nivel mundial. Adelson, el primer inversor extranjero en apostar por Macao (poniendo dinero de su propio bolsillo cuando sus compañeros dudaban de la viabilidad del proyecto y pensaban abandonarlo), reconoce las inmensas posibilidades existentes todavía y no se preocupa por la competencia surgida en los últimos años: “podría abrir cinco Las Vegas en distintos lugares de Asía y aún así no satisfaría la demanda existente”.
Las cifras, por el momento, le dan la razón: según datos oficiales, los ingresos obtenidos por el juego en el 2013 alcanzaron los cuarenta y cinco mil millones de dólares, mostrando un incremento del 18% respecto al año anterior, números que confirman que, todavía, hay lugar –y dinero- para todos.

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