Más de tres millones de viajeros visitan Brujas cada año, atraídos por el brillo de la ciudad que vio nacer la primera bolsa de comercio del mundo y se convirtió en un lugar de culto en 1150, cuando los caballeros templarios, de regreso de la segunda cruzada contra los turcos, dejaron allí una reliquia con la sangre de Cristo proveniente de Jerusalén.
Entre los siglos XIII y XIV, Brujas llegó a superar en población a Londres y París: entonces era uno de los principales centros comerciales de Europa gracias a su producción textil y el tráfico de diamantes.
Hoy, gracias a la riqueza de un patrimonio histórico que logró atravesar intacto dos guerras mundiales (y múltiples conflictos menores), Brujas es la ciudad más visitada de Bélgica, superando incluso a Bruselas, capital del país, de la cual la separan, apenas, noventa kilómetros.
Haciendo honor a su nombre (que proviene del noruego “bryggia”, muelles), Brujas está llena de puentes que atraviesan los canales que la convirtieron en la “otra Venecia” (aunque sus habitantes repiten, con una mezcla de ironía y orgullo, que en realidad Venecia es la “otra Brujas”).
Como las murallas, torres y puertas de acceso se conservan prácticamente intactas, se recomienda usar bicicletas (el medio de transporte más popular de Brujas) para disfrutar del paisaje sin contaminar el medio ambiente; uno de los paseos más escogidos por los ciclistas es la ruta que bordea toda la ciudad hasta llegar al parque Kruisvest, famoso por sus cuatro molinos de viento, incluyendo el Sint Janshuis que data de fines del siglo XVIII.
Es posible obtener una imagen más cómoda –y rápida- de Brujas tomando una de las embarcaciones que parten de cinco puntos centrales (Meulemeester, Wollestraat Gruuthuse, Nieuwstraat Georges Stael, Katelujnestraat Michielssens y Huidenvettersplein Coudenys) recorriendo la ciudad en apenas cuarenta y cinco minutos; otras opciones son caminar, alquilar un carruaje o aprovechar los modernos Segway.
Todos los recorridos comienzan, obligatoriamente, en la Plaza Mayor. Allí se encuentra el Campanario de las Hallen, una impresionante construcción que sorprende al visitante desprevenido con el sonido de sus cuarenta y siete campanas; subiendo los trescientos sesenta y cinco escalones de este edificio –que tardó catorce años en construirse hasta alcanzar los ochenta y cuatro metros actuales- se obtiene la mejor vista de Brujas.
Situada a pocos metros de la Plaza Mayor, la Catedral de San Salvador constituye, junto al Campanario, uno de los lugares más visitados de la ciudad: en su interior se guardan valiosas obras de arte incluyendo la impresionante escultura de Dios Padre realizada en mármol blanco por Arthur Quellin en 1682. A pocos metros de la Plaza Mayor se encuentra la Plaza del Castillo, antiguo centro administrativo de la ciudad que concentra un importante número de edificios históricos entre los que destaca el Ayuntamiento, una construcción del siglo XIV que cuenta, además de sus oficinas administrativas, con salones dedicados a mostrar el desarrollo de Brujas a través de tapices, documentos, muebles y objetos característicos de la región como los paneles tallados en madera.
Cerca de allí puede apreciarse la basílica de la Santa Sangre: en su planta baja se encuentra la capilla de San Basilio, decorada con relieves que muestran diversas escenas de la vida del santo; en la planta superior se guarda la reliquia donada por los caballeros templarios: gotas de sangre coagulada que pertenecieron, supuestamente, a Jesús.
Esta reliquia se expone al público todos los viernes por la tarde y durante la primera semana de mayo sale en procesión por las calles en uno de los eventos religiosos más tradicionales de Brujas.
Entre las construcciones características de la ciudad destacan las “godshizen”, casas de caridad construidas por diferentes gremios para alojar a personas enfermas, mujeres solteras o discapacitados; muchas de ellas siguen funcionando como residencias de ancianos.
La más famosa de estas construcciones es la “casa del pelícano”, bautizada así por el emblema de piedra labrada en su fachada que representa esta ave.
La gastronomía es, junto al patrimonio histórico, el gran atractivo de Brujas: entre el 1 de noviembre y el 28 de febrero, se realiza el “Winter Lunch” (Almuerzo de Invierno) una comida preparada con ingredientes típicos de la región a precios muy populares.
La cocina belga, caracterizada por su calidad y abundancia, incluye, entre sus platos típicos, los mejillones al vapor y la sopa de rodaballo además de versiones muy personales de recetas características de la región como los tomates rellenos de camarones y las carbonadas flamencas donde la carne de ternera es sazonada con laurel, tomillo, azúcar, vinagre y salsa de cerveza.
Entre los numerosos cafés, bares y restaurantes de la ciudad se ofrecen diferentes comidas franco-belga que combinan carne, pescado y verduras; para los paladares más exigentes (y con mayor poder adquisitivo), existen locales de gastronomía moderna elaborada con productos típicos de la región.
En el rubro bebidas, destacan las cervezas elaboradas por los sacerdotes trapenses, de sabor dulce y altísima graduación alco hólica -entre siete y nueve grados- que suele tomar desprevenidos a los bebedores más experimentados; los sacerdotes también preparan un excelente queso, ideal para acompañar la bebida.
Como postre la opción más elegida es el chocolate: la oferta es variada pero una visita obligada –aunque sea solo para contemplar sus tentadoras creaciones en las vidrieras- es “Chocolate Line”, propiedad de Dominique Persoone, uno de los tres maestros chocolateros que logró ingresar a la exigente Guía Michelín, ganador en el año 2009 del prestigioso premio “Best Chocolate book of the world” (Gourmand Cookbook Awards) por su libro “Cocoa, the roots of chocolate”.
Persoone ofrece chocolate combinado con cualquier producto imaginable desde coca-cola, jengibre, curry, sake y tabasco hasta cebolla frita, té, laurel, hojas de tabaco o espárragos; muchos turistas prefieren, sin embargo, algo menos exótico y más picaresco: según los vendedores locales, el producto más vendido son los bombones de diseño erótico en diferentes tamaños, sabores y colores.
Alimento para el alma
La belleza de Brujas, sus extraordinarios paisajes y sus acogedores locales de comida –ideales para hacer una pausa el recorrido y contemplar los edificios que caracterizan el centro urbano- suelen opacar la rica oferta cultural de la ciudad: una combinación de eventos artísticos con museos abiertos durante el año a todo el público.
El evento religioso más importante de la ciudad es la Procesión de la Santa Sangre: celebrado por primera vez en 1291, en la actualidad miles de personas acuden cada año a ver el desfile que recorre las calles integrado por bandas de música y centenares de ciudadanos que participan –a pie, en caballos o carruajes- representando escenas bíblicas o relacionadas con Brujas.
Otras fiestas populares son el Festival de los Canales, donde se realizan numerosos conciertos y actuaciones al aire libre; y el Meifoor Brugge Festival, que combina espectáculos de música, teatro y danza.
En cuanto a museos, el “Groening” ofrece una exposición permanente que permite conocer los seis siglos de artes plásticas de los Países Bajos y la conexión existente entre el pasado mercantil de la ciudad y los artistas que surgieron en ella como Jan van Ecyck y Hans Memling, favorecidos por el interés de los duques de Borgoña en potenciar el arte local.
El “Museo Arqueológico” recrea ese pasado de manera muy ingeniosa (su lema: “siente el pasado en la piel”) a través de muestras interactivas que combinan los objetos encontrados en los yacimientos arqueológicos de Flandes con réplicas y reconstrucciones de las distintas épocas históricas de la ciudad, especialmente las situadas entre el 1200 y el 1400, su edad de oro.
Al terminar cada exposición, el guía plantea un enigma relacionado con la época que el visitante debe resolver aplicando los conocimientos recién adquiridos. La ciudad también cuenta con museos poco convencionales como el “Friet Museum”, dedicado al producto gastronómico más famoso inventado por los belgas: la papa frita.
Instalado en un edificio del siglo XIV, el “Friet” cuenta la historia de la papa y las papas fritas a través de más de cuatrocientos objetos relacionados con su fabricación; por su parte, el “Museo del Diamante” ilustra la relación que mantuvo la ciudad con la comercialización de joyas entre los siglos XIV y el XV, contando la historia de esta particular piedra: como es extraída, cuales son las características que la hacen valiosa y de qué manera la pulen los expertos para lograr que alcance su máximo potencial (existe la opción de contemplar a un maestro artesano trabajando pero, dada la alta demanda, es necesario sacar turno previamente).
Como reconocimiento a su particular combinación de arte e historia, Brujas fue designada por la Unesco “Patrimonio de la Humanidad” en el año 2000 y, apenas dos años después, se la nombró Capital Europea de la Cultura, un galardón más que merecido para una ciudad que convoca multitudes cada año, confirmando que calidad y entretenimiento no tienen porque estar separados.
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